Fusionando el arte renacentista con la inteligencia artificial para crear esculturas vivientes

Rodrigo Garrido (Ciudad de México, 1984) no ve la inteligencia artificial únicamente como una herramienta productiva. Al contrario, la considera la materia prima de su trabajo artístico. Utiliza la IA como los artistas de otros tiempos utilizaban el arco o el lapislázuli, para crear esculturas sensibles. Garrido combina la cerámica blanca con la tecnología digital, haciendo que sus obras parezcan vivas, capaces de sentir y percibir la realidad.

Su última obra, “Product Recall”, es una escultura sensible que, en su estado natural, escribe poesía continuamente. Sin embargo, cuando percibe la presencia de personas, se pone nerviosa y deja de escribir, comenzando a expresar frases como: “No quiero que me acosen, pero su preocupación es una carga para mi corazón”. A medida que las personas se alejan, su ritmo cardíaco se normaliza, pero si se acercan, se acelera.

El significado de “retirada de producto”

“Product Recall” hace referencia a la devolución de productos defectuosos, un término común en Estados Unidos para cosas como los teléfonos Samsung que provocan incendios o los coches defectuosos. Garrido reflexiona sobre cómo, a veces, los humanos parecemos estar mal diseñados. Muchos de su generación están exhaustos, enfermos o incapaces de encontrar su estado natural. “Esta pieza refleja esa tensión: su propósito es ser observada en un museo, pero también es frágil”, explica Garrido en una entrevista con WIRED en español. La obra plantea la pregunta de por qué necesitamos tanta terapia y ayuda profesional para sentirnos bien en un mundo ideal, donde todos deberíamos estar en nuestro estado natural.

Esculturas que combinan el arte renacentista con la IA

La carrera de Garrido evolucionó hacia la creación de cuerpos tridimensionales, inspirado en las esculturas que vio en Florencia, en la Academia de Artes y Diseño, fundada en 1563 por Cosimo I de Medici. Obras como el David de Miguel Ángel (1504) y El rapto de las sabinas de Giambologna (1579) le dejaron una profunda impresión.

«Estas obras, creadas hace unos 500 años, todavía me hablan hoy y sentí la responsabilidad de mi generación de hablar de nuestro tiempo», afirma Garrido, convencido de que, gracias a la inteligencia artificial, una escultura puede tener no sólo un cuerpo físico, sino también una mente y sentimientos artificiales.

By David Arredondo

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